Tellito y Victoriana |
Llegamos por la noche a una comunidad campesina que se dedica principalmente al cultivo de café. Allí nos reunimos con las familias que nos alojaron y adoptaron durante un día y medio. La mitad de nosotros se fue a otra comunidad cercana llamada San Jerónimo, y yo, junto seis compañeros más, nos quedamos en Venecia. Yo me alojé en la casa de Eleuterio 'Tellito' Herrera Palacios y Victoriana.
El miércoles amaneció bastante frío. Para empezar el día, un desayuno fuerte de gallopinto (arroz con frijoles), tortilla y queso, y, cómo no, café. Mi sorpresa fue mayúscula cuando se acerca Tellito con un machete de medio metro, y me dice que ese es mi instrumento de trabajo. Después me fui al cafetal con Darwin (pronunciado Darvin), uno de los hijos de Tellito, y allí, mientras chapiábamos, me explicó todo el proceso de sembrado, cuidado, recolecta, despulpa, lavado y secado del café.
Después subimos al pinar, donde tuvimos una bella imagen del valle donde se encuentra Venecia, y recorrimos la comunidad, donde vi el lago que le da nombre y los lugares donde despulpan y lavan el café. La tarde la pasé con Silvio, el hijo mayor de Tellito, en la plantación de maíz y frijoles.
Venecia |
En la comunidad, supuestamente, todos deben tener la misma porción de tierra, aunque Tellito tenía bastante más que la mayoría, tanto de cafetal como del lugar donde vivían, lleno de flores y árboles frutales, así como de un huerto donde cultivan tomates, cebollas y repollos. Con mis hermanos pude conversar del tipo de vida que llevan en la comunidad, muy humilde y honrada, y son como una gran familia en Venecia, un lugar lleno de vida, lleno de niños que conforman un tercio de su población. Son tremendamente solidarios los unos con los otros, y como dijimos el grupo de voluntarios, esta sociedad se podría resumir en la palabra dignidad. No necesitan más de lo que tienen para ser felices, y te hace replantearte muchas cosas, sobre todo, las necesidades creadas con las que vivimos en nuestra sociedad de consumo, y el dineral que invertimos en ropas caras, ipods, macs, móviles, borracheras, regalos, cenas, etc. etc.
Al día siguiente, organizamos juegos para los niños, cantamos canciones con ellos, y la piñata. El momento de la despedida sacó lágrimas en muchos de nosotros, y un largo rato de reflexión en el autobús. Las sensaciones y sentimientos son tantos que difícilmente se pueden plasmar en un blog, casi ni contándolo. Más bien, hay que vivirlo.
Tal y cómo lo cuentas, parece que esté allí mismo observando... =)
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